sábado, 22 de marzo de 2008

VIERNES SANTOS -LOS CRUCIFICADOS ANDANTES

PROCESION DE VIERNES SANTO EN LEGANES
Aprovecho este artículo aparecido en blog.periodistadigital que me parece extraordinariamente apropiado para poner algunas fotos de la procesión del Viernes Santos en LEGANES.
Es importante que no perdamos el norte y sepamos diferenciar la paja del grano, lo superfluo de lo auténtico y la fe del espectáculo. Miguel Camacho

Paso estrella del Descendimiento de la Cruz
Paso infantil
Paso del Cristo Yacente
(JCR)En mis 20 años en África no he visto procesiones, ni pasos de Semana Santa, ni cofradías. No las hay porque en lugares como Uganda, Congo, Sudán, Ruanda, Kenia, Chad y muchos otros cada persona que camina por el arrabal sucio de una ciudad o por los senderos pedregosos de una aldea pobre es un Nazareno, cada refugiado es un Jesús atado a la columna y cada víctima de las guerras es un Cristo yacente. El Cristo viviente condenado por los Pilatos de este mundo, flagelado y cargado con un madero, seguido de su santa madre, la dolorosa que lleva al niño a la espalda enfermo de malaria, la del corazón traspasado por las mil penas de una existencia hecha de trabajo duro, bandas armadas que te arrasan el poblado, te matan a tu San José y de paso te ultrajan con impunidad. No hacen falta imágenes llevadas por costaleros porque basta una cruz grande seguida por una multitud que reza y canta a un Dios que saben que les entiende. En el norte de Uganda hace varios años organizamos el Vía Crucis conjunto entre católicos y protestantes, y todos los años hemos marchado por el laberinto de los campos de desplazados y los suburbios de las ciudades, los nuevos gólgotas donde habitan los crucificados de hoy golpeados por la guerra, el SIDA, la pobreza, la falta de horizontes y el desarraigo familiar. Un Dios que grita y protesta su abandono desde la inminencia de la muerte es cercano y entiende a los miles de desheredados que le rezan siguiendo la cruz de madera que al final de su oración plantarán a la entrada del mercado o al lado de la carretera. Aquí no hay flores en esta época del año porque en Semana Santa estamos al final de la estación seca y el termómetro llega a los cuarenta, y cuando salta una chispa en una de las cabañas todas las que están a su alrededor arden como una tea al soplar el viento seco con fuerza y extender las llamas sin tregua.En los oficios del Viernes Santo que yo conozco suenan los tambores, las calabazas rozadas contra el suelo de tierra batida y se elevan los lamentos de las plañideras que entonan la elegía al hombre bueno muerto sin razón por los poderosos que siempre creen que pueden pisotear al débil. Y el llanto se rebela contra la existencia de la muerte, que no tendría que existir, en forma de canto funeral cuya letra lleva 20 años estremeciéndome: “Miro a las llamas que arrasan el valle bajo la montaña, y pienso: Si yo supiera dónde está la morada de la muerte haría una gran antorcha, me acercaría allí y la destruiría con el fuego... como las llamas que devoran el valle bajo la montaña”. Y es que en Africa, aunque la vida sea muy perra, nadie quiere morirse. Porque aunque haya mil bandas armadas de desalmados, epidemias, hambre y pobreza por doquier, aún se puede uno sentar de noche a contar historias, y cuando llega la estación seca se va uno de caza con los amigos, o a bailar bajo la luna, y en el poblado la vida tradicional es bonita y a los que cometen delitos no se les excluye sino que se les ayuda a pasar por procesos de reconciliación... y cuando la vida tiene el sabor de la sencillez uno se pregunta por qué se tiene que pasar por este mundo con una esperanza de vida que en muchos casos no pasa de los 40 años, y entonces surge el grito de rebeldía que viene desde el tiempo de los antepasados: “la muerte no tendría que existir, y si supiéramos dónde habita destruiríamos su cabaña para que no volviera a causarnos tanto dolor”.Por eso, un Dios que promete una vida sin ningún tipo de limitaciones que no termina nunca, y que además conoce por experiencia propia lo que quiere decir sufrir y morir es un Dios al que pueden rezar con la certidumbre de que les escucha y baja a echarlos una mano. Creo que en esto piensan los muchos africanos que en un día como hoy marcharán detrás de una sencilla cruz entonando cantos que hablan de dolor y desesperación pero también de vida nueva y de lágrimas que se enjugan. ARTICULO PUBLICADO EN EN CLAVE DE AFRICA por:

Jose Carlos Rodriguez Soto - Madrid, 1960.
Sacerdote Misionero Comboniano. Es licenciado en Teología (Kampala, Uganda) y en Periodismo (Universidad Complutense). Ha trabajado en Uganda de 1984 a 1987 y desde 1991, todos estos 17 años los ha pasado en Acholiland (Norte de Uganda), siempre en tiempo de guerra. Desde Junio 2006 es director de la revista "Leadership".
Alberto Eisman Torres - Jaén, 1966.
Licenciado en Teología (Innsbruck, Austria) y Master Universitario en Políticas de Desarrollo (Universidad País Vasco). Lleva en África desde 1996: Egipto, Sudán y Kenia. También es Misionero Comboniano, aunque está fuera de comunidad. Desde Noviembre de 2003 es el Director de País de Intermón Oxfam para Sudán. Es colaborador semanal de Radio Exterior de España en su programa "África hoy" y escribe también en la revista Mundo Negro.

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