domingo, 30 de marzo de 2008

LA MISERICORDIA DIVINA

LA MISERICORDIA DIVINA
por Mons. Jaume Pujol Balcells
Arquebisbe metropolità de Tarragona i Primat
Escrito por Ecclesia Digital
miércoles, 26 de marzo de 2008
Desde hace ocho años, cuando Juan Pablo II durante el Año Santo del 2000 instituyó esta celebración, la Iglesia celebra el segundo domingo de Pascua la fiesta de la Divina Misericordia.
Teniendo en cuenta la gran devoción del Papa hacia la Misericordia, muchos creyentes consideran un signo especial la circunstancia de que Juan Pablo II muriera al anochecer de esta fiesta.
La devoción a la Divina Misericordia constituye un auténtico movimiento espiritual dentro de la Iglesia católica promovido por la religiosa polaca Faustina Kowalska (1905-1938), a quien el Papa Juan Pablo II canonizó el 30 de abril de 2000 y anunció ese mismo día : «En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al genero humano en los años venideros». Santa Faustina, que es conocida como la mensajera de la Divina Misericordia, recibió revelaciones místicas en las que Jesús le mostró su corazón, fuente de misericordia y le expresó su deseo de que se estableciera esta fiesta.
El Papa le dedicó una de sus encíclicas a la Divina Misericordia («Dives in misericordia»).
Esencia de la Devoción : La esencia de la devoción se sintetiza en cinco puntos fundamentales:
1. Debemos confiar en la Misericordia del Señor.
2. La confianza es la esencia, el alma de esta devoción y a la vez la condición para recibir gracias.
3. La misericordia define nuestra actitud ante cada persona.
4. La actitud del amor activo hacia el prójimo es otra condición para recibir gracias.
5. El Señor Jesús desea que sus devotos hagan por lo menos una obra de misericordia al día.
La imagen de Jesús Misericordioso : El origen de la imagen se vincula con la visión que Sor Faustina tuvo en Plock, el 22 de febrero de 1931 y durante la cual Cristo le expresó su voluntad de que pintara tal imagen y pusiera abajo la siguiente inscripción: Jesús, en vos confío.
La imagen presenta a Cristo resucitado con las señales de la crucifixión en las manos y en los pies.
Del Corazón traspasado (invisible en la imagen) surgen dos rayos: rojo y pálido. El rayo pálido simboliza el agua que justifica a las almas, el rayo rojo simboliza la sangre que es la vida de las almas; los cuales representan los sacramentos y todos los dones del Espíritu Santo cuyo símbolo bíblico es el agua. La imagen ha de recordar a los fieles la necesidad de confiar en Dios y de ejercer misericordia hacia el prójimo.
Actualmente, la veneración a la Divina Misericordia está presente en 29 países del mundo a través de su Apostolado integrado por sacerdotes, religiosos y laicos, unidos por el compromiso de vivir la misericordia en la relación con los hermanos, hacer conocer el misterio de la divina misericordia, e invocar la misericordia de Dios hacia los pecadores.
Con motivo del tercer aniversario de la muerte de Juan Pablo II se celebrará este año en Roma un Congreso internacional sobre la Misericordia. El mismo Papa decía pocos años antes de su muerte, al inaugurar un santuario dedicado a la Divina Misericordia en su querida Cracovia: “Fuera de la misericordia de Dios, no existe otra fuente de esperanza para el hombre”. Y entre las cosas que tenía preparadas por el día 3 de abril del 2005, y que no pudo leer debido a su muerte el día 2, había esta: “El amor cambia los corazones y da la paz. ¡Qué grande es la necesidad de misericordia en el mundo!”.La palabra misericordia nos habla de saber meter dentro del corazón la miseria, las necesidades de los demás, para poder tener compasión y movernos a socorrer. Dios, que es un Padre bueno, es esencialmente misericordioso. Lo más propio de Dios es tener misericordia, compadecerse de nuestras debilidades y perdonarnos siempre. Si nos impresiona un Dios que crea, un Dios que se encarna y nos redime, más nos ha de impresionar un Dios que perdona siempre porque es la Misericordia.
La misericordia, expresión de la caridad, es el núcleo central del mensaje cristiano. Con ella se promueve la paz en el mundo, entre los pueblos y las religiones; ayuda a descubrir el verdadero rostro de Dios, además del verdadero rostro del ser humano y de la Iglesia. Si de verdad fuéramos más misericordiosos todos estos valores cristianos, que son a la vez plenamente humanos, serian una realidad en nuestro mundo. Cuando Juan Pablo II canonizó a santa Faustina Kowalska nos recordó que la luz de este mensaje de misericordia ha de iluminar al hombre del tercer milenio. Para hacerlo realidad podríamos empezar todos por ejercer las obras de misericordia de las que nos habla Jesús en el evangelio, y que podemos realizar mediante la palabra, la acción y la plegaria. Todos tenemos cerca gente necesitada; y no sólo los que carecen de los bienes más básicos, sino también los que no gozan de cariño, de afecto, de compañía, de apoyo, puesto que la miseria material no es la única ni la más grave de los carencias de tantos hombres y mujeres que nos rodean en este mundo nuestro, a menudo tanto lleno de cosas y tanto vacío de amor.

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