sábado, 1 de noviembre de 2014

2 DE NOVIEMBRE, DÍA DE LOS DIFUNTOS

La Iglesia celebra este día el recuerdo de los "fieles difuntos" y, en su liturgia, no los denomina nunca "muertos". ¿Por qué? Los términos "difunto" y "muerto" tienen ambos raíces latinas, sin embargo, mientras el segundo solo alude a la pérdida de la vida, el "difunto" es alguien que ha cumplido, terminado una tarea. "Difunto" procede del verbo latino "defungor", que significa "ejecutar, cumplir, desempeñar, terminar..." Así, para la Iglesia, quienes han fallecido, no son muertos, seres sin vida, sino difuntos, es decir, creyentes que habiendo terminado, cumplido su tarea han dejado ya sus vidas en manos de Dios, a la espera de que cuanto han sembrado en este mundo dé el fruto esperado. Del mismo modo, el lugar donde se depositan sus cuerpos no son "necrópolis" (ciudad de los muertos), sino "cementerios". Esta es una palabra de origen griego que indica el lugar donde se duerme, es decir, el "dormitorio". Porque para la fe cristiana, los difuntos no han dejado de existir, sino que duermen, esperando el momento gozoso de su resurrección, que no es el regreso (ya sin fin) a esta vida, sino su ingreso definitivo a la Vida plena junto a Dios, que es fuente y plenitud de toda existencia. La celebración del 2 de noviembre es, pues, para los cristianos una manifestación alegre de esperanza, nunca de dolor y muerte.
¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado
(Lc 24,5s).